Por: Michelle V. Mancero

 

Cuando era pequeña me encantaba observar y admirar todos los anillos de compromiso que veía a mi alrededor, en especial el de mi mamá (ojo con este detalle), adoraba ver como las mujeres portaban con amor y orgullo esa pieza que representaba el compromiso que tenían con un hombre al cual amaban y estaban dispuestas a no solo a amarlo, sino honrarlo y respetarlo por el resto de sus vidas; y así me mantuve un buen rato, esperando al tan ansiado hombre que me entregara su corazón y de paso un hermoso anillo que lucir en mi mano, hasta que un buen día, cuando estaba en mi época de Universidad, cuestioné mi creencia de que exclusivamente un hombre debía entregarme ese anillo para yo al fin tener el tan esperado compromiso; empezaba a pensar que había algo más significativo y trascendente que esperar a que llegara ese momento de la vida.

Me olvidé un buen rato de este tema, hasta que el día que me gradué de la Universidad mis padres me regalaron un anillo de compromiso, pero no cualquiera, sino el de mi madre (con el que había estado obsesionada toda mi vida), pero el mensaje con el que acompañaron este detalle me cambió la vida y terminó de hacer clic con lo que desde hace tiempo estaba pensando, y fue que ese anillo era mi recordatorio de que el primer compromiso que debía siempre tener presente era conmigo misma.

¿Pero qué significaba esto para la Michelle de ese momento? Pues, tenía la romántica idea de que ese compromiso obedece a la misma premisa de amar, honrar y respetar (me); así que empecé a integrarla a mi vida con las herramientas que tenía, pero al poco tiempo me di cuenta que esas tres palabras ceremoniales encierran un conjunto de hábitos, pero, más que eso un conjunto de procesos que conllevan un gran sentido de responsabilidad e integridad personal.

 

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Ahora, por si ustedes se preguntan, la integridad personal explica el psicoterapeuta Nathalien Branden es uno de los pilares de la autoestima y de la personalidad del ser humano, y consiste en la coherencia entre los valores y actos de una persona, al igual que entre sus palabras y su accionar.

Sin embargo, pienso que se le olvidó un detalle crucial, y es que, esta coherencia o integridad personal no solo debe ser respecto de terceros sino respecto de uno mismo, y lo último puede ser más retador, pero mucho más satisfactorio.

Internalizar esto fue muy poderoso, porque entendí que estos tres enunciados: amarme, honrarme y respetarme, primero me exigen tomarme en serio, para ahí si, cumplirme mi palabra; y siento que al hacer esto, mi proceso de amor propio, que comprende en muy buena parte hacer lo que dije que iba a hacer en todas y cada una de los aspectos de mi vida se siente más liviano, más auténtico y sostenible.

Con todo esto no quiero no quiero decir que he integrado al 100% este hábito, hay ocasiones en que repito viejos patrones, pero hoy me digo que está bien, que inclusive esas caídas son parte de mi proceso, trato de no juzgarme, de disfrutarlo y sobre todo de seguir cultivando mi auto compromiso; y algo interesante de construir mi integridad personal, es que no se fortalece mi carácter y mi autoestima, sino que al no caer en excusas que me conducen a la procrastinación y al autosabotaje, educo a mi mente a ir por donde yo quiero que vaya, lo que abre todo un mundo de posibilidades, yo pienso que es mi puente para conseguir todas y cada una de las metas y sueños que tengo planeado, de modo que es una forma de ser mi mejor versión y por ende de ir creando una vida que ame vivir.

 

 

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