Por: Daniela Estefanía Armijos Palacio

Todos los seres humanos, sin importar la edad, género, religión, raza o lo que sea que los diferencia como individuos; han experimentado la sensación que conlleva a los nuevos comienzos. Ya sean estos mínimos cambios como cada mañana en un nuevo día, o bastante radicales como mudarse de ciudad, o país. Pues, parte de la vida misma es la rotación de momentos y situaciones que nos hacen recordar que vivimos rodeados de instantes, personas y entornos fugaces que en cualquier circunstancia pueden tener un fin para dar paso a nuevos comienzos.

El inicio de una nueva etapa mucha de las veces es romantizada por la sociedad actual y siempre existe la frase de consuelo o de esperanza sobre valorada para disminuir la nostalgia de la persona que está experimentando este cambio. Sin embargo, al dejar de lado los pensamientos tradicionales o clichés acerca de que empezar algo es simplemente para una nueva oportunidad o para salir de esa zona de confort; hay que aceptar que como seres humanos no siempre queremos ponerles punto final a ciertas circunstancias y empezar de cero cuando nos sentimos bien en donde estamos. Esto tiene mucho que ver con el miedo experimentado en ese momento, que no siempre se lo acepta o se lo proyecta de la forma correcta.

La realidad es que todos los cambios en la vida generan miedo y ansiedad, por la incertidumbre que se nos genera en el interior de cambiar todo lo que la mente, cuerpo y rutina está acostumbrada hasta ese determinado momento. El miedo justamente va acompañado del ego que cada persona posee de forma intrínseca y no tiene la capacidad en ese preciso instante de diferenciar las situaciones que se está viviendo; y el sentimiento de vulnerabilidad es el que más invade a las mentes de los individuos en aquellos momentos en los que hay que tomar decisiones. Y con esto, me refiero a lo que sucede en todos los ámbitos de la vida y la cotidianidad; tanto para las decisiones y nuevos comienzos referentes a lo profesional o académico, como para lo sentimental, amoroso y familiar.

Les propongo mirar la vida como si fuera un rompecabezas, la cual consta de un montón de piezas diferentes y únicas con un lugar específico para completar el camino de cada persona. Por ende, al momento de emprender en algo nuevo o estar en el “punto de no retorno” como dicen los cineastas, al segundo de escoger y aceptar un nuevo camino; se debe tener en cuenta que no sirve de nada pensar en los múltiples escenarios que puedan ocurrir. Pues, nadie en la vida es adivino, ni sabe el futuro que nos espera. Por ende, para que las piezas de este rompecabezas calcen, se debe pensar en el momento preciso de la realidad que se tiene al alcance de los ojos. Luego, aceptar la situación que se vive, dejar que la vida fluya y finalmente, tener la voluntad para tomar una decisión. La decisión de empezar e ir por ese camino que da tanto miedo y asimilarlo como un nuevo capítulo en el libro de nuestras vidas; donde cada uno de nosotros somos los protagonistas y que, de hecho, nos va a servir para conocernos más y adquirir nuevas experiencias.

En realidad, si somos conscientes, jamás se viven finales al 100%, ni las decisiones que se toman se pueden distinguir como buenas o malas, pues los momentos de la vida son simplemente eso… momentos fugaces con un giro constante de nuevos comienzos que hacen que cada pieza de nuestro rompecabezas calce a la perfección sin presiones, ni acciones forzadas. Y de eso, es lo que se tratan los nuevos comienzos y es la única verdad que comprende empezar algo nuevo en nuestras vidas.

 

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